Juicio precipitado: la historia del ladrón de galletas

juicio precipitadoEste cuento me gusta bastante porque me recuerda esos momentos en la vida en los cuales damos por sentado una situación y nos acabamos dando cuenta tarde de nuestro error. Es una bonita historia sobre juicios precipitados para aprender a abrir los ojos y pensar dos veces las cosas.

El ladrón de galletas

En un aeropuerto internacional, una ejecutiva estresada estaba comprando en unas de esas tiendas de ocio. Compró un libro para la espera del vuelo, y un paquete de galletas para darse un capricho mientras leía. Enseguida se fue a buscar un sitio en la sala de espera, se sentó y se puso a leer.

Después de un rato, se dio cuenta como su vecino, un hombre corpulento, metía la mano en la bolsa de galletas que estaba justo entre ellos, para acto seguido sacar uno de los pastelitos y comérselo. La viajera no podía creer lo que estaba viendo. Este hombre, con mucho descaro, estaba comiendo una galleta suya, y sin preguntar. Pensaba decirle algo, pero no se atrevía. Pensó que la situación quedaría así y pese a la rabia, se contuvo.

Pero las cosas no se quedaron así. Cada vez que ella cogía una galleta en el paquete, su vecino cogía otra. La viajera, impactada, seguía sin decir nada, y tan solo dirigía miradas elocuentes a su vecino, mientras entre galleta y galleta leía un poco más.

Tras un tiempo, solo quedó una galleta en el paquete, y la viajera esperó, expectante, a ver cómo iba a reaccionar el ladrón de galletas. ¿Se atrevería a comérsela? El hombre, incómodo, y con una sonrisa forzada, sacó la última galleta, la partió en dos, y le dio la mitad. La mujer acepto fríamente el ofrecimiento, inmersa en rabia y asombro ante la actitud tan descarada de aquel hombre.

Al rato escuchó la llamada para su vuelo, cogió sus cosas y embarcó. Mientras esperaba para embarcar seguía leyendo el libro, con la mente aun conmocionada por el desencuentro previo. Pronto acabó el libro, y lo guardó en el bolso. Fue entonces cuando vio que su paquete de galletas seguía allí, intacto.

¡El paquete de la sala de espera pertenecía a aquel hombre! ¡Ella era la ladrona de galletas! Había robado uno a uno los pastelitos de aquel hombre, y encima le había tratado con mala cara y enfado, incluso cuando compartió la última galleta. Él era la persona generosa, y ella la impresentable. Y ya era tarde para disculparse por la equivocación.

Moraleja

  • No des las cosas por sentado. Piensa un poco. Investiga. Igual las cosas no son las que parecen. Esa mujer podría haber mirado en su bolso para comprobar si el paquete de galletas seguía allí, pero asumió que el hombre la estaba robando.
  • Habla. El segundo error de la viajera fue callarse. Aceptó sin decir nada una situación que le pareció intolerable. Si hubiese hablado, no solo se hubiera dado cuenta de su error, incluso en el caso de que no estuviera equivocada, hablando podría haber puesto término a la situación de abuso.

Las personas suelen imaginarse muchas cosas sin tener realmente comprobado la situación. En una empresa puede ser una fuente de tensiones interminables. Nada mejor que una buena charla para aclarar las cosas.

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