De la idea al plan, y del plan al negocio

El objetivo de este blog es inspirarte a qué encuentres la idea de negocio que encaje con tu perfil, tu personalidad y tus aspiraciones. Por eso he compartido cientos de conceptos, y seguiré compartiendo más cada mes. Pero desde la idea hasta la puesta en marcha de tu empresa, hay un camino, que describo en mi guía para emprendedores. Hoy te voy a hablar más concretamente de cómo se pasa de la idea al plan de empresa, y del plan a la puesta en marcha del negocio.

¿Ya tienes una idea?

Sin idea no hay negocio, pero aun así, la idea no es lo más importante. He hablado muchas veces en esta página de la obsesión de algunos emprendedores por encontrar un concepto original, o de la paranoia que sienten cuando creen que han encontrado algo que puede funcionar y tienen miedo a que alguien les copie la idea. En realidad, el riesgo no es que te copien, sino que no haya mercado para tu idea, o que no seas la persona adecuada para llevarla a cabo. Por eso, no es necesario que busques algo revolucionario. Si escoges un negocio que ya existe y lo mejoras, tendrás más opciones de éxito.

Pero, sobre todo, recuerda que una idea de negocio no es buena en sí misma. Lo que realmente hace el éxito de tu negocio es la implementación del mismo, y eso empieza por tener un equipo promotor competente. Si fueras un inversor, ¿en cuál de esos dos restaurantes pondrías tu dinero? ¿En un proyecto liderado por una persona que ha llevado exitosamente la gestión de otro restaurante durante 10 años y ahora quiere tener su propio negocio o en un proyecto de un grupo de amigos informáticos que se han cansado de sus trabajos y van a montar un restaurante temático?

Destaco este hecho porque muchos emprendedores se dejan llevar por ideas interesantes, pero que no son realmente adecuadas para ellos. Por ejemplo, si tu idea conlleva mucho desarrollo informático y no eres programador, cada vez que quieras implementar algo tendrás que pagar a un profesional, o contar con la disponibilidad de otra persona. Y como no eres informático, no se te ocurrirán formas de mejorar las cosas, dependerás totalmente de terceros, y eso es una gran limitación.

Por lo tanto, escoge una idea que puedas desarrollar tú al máximo de su potencial. Y prepárate para la fase 2, la planificación.

La hoja en blanco

Depurar tu idea, precisar los detalles de cómo la vas a poner en marcha, es algo fundamental para el éxito de tu proyecto. Y para prepararte, una herramienta excelente es la elaboración del plan de negocio. Para poder completar un business plan vas a necesitar hacerte todas las preguntas importantes acerca de tu idea de negocio, de tu modelo de monetización, de tus clientes objetivos, de tus recursos, del equipo promotor y de los empleados, del local, de la financiación, de los costes y gastos, de las ventas que puedes esperar, de la rentabilidad, de la evolución de la tesorería, etc.

Hace falta conocer tu futuro negocio con los mismos detalles que si ya estuviera funcionando. Si alguien te pregunta a cuanto vas a vender tus productos, no puedes decir: “lo voy a estudiar”, tienes que haber hecho el estudio de tus costes y gastos, y de los precios de la competencia o productos de sustitución.

Cuando elaboras tu plan de negocio, la idea se concreta, coge realidad. Hay una diferencia entre entrar en un portal inmobiliario y ver precio de locales como referencia e ir buscando realmente locales, visitarles, y valorar cuanto podría costar adecuarlos para tu proyecto. No te quedes en los superficial y aproximado.

Tu plan de negocio tiene que ser la cosa más parecida a la realidad que seas capaz de estimar. Evidentemente, nadie puede predecir el futuro y nunca acertarás en todo, especialmente la previsión de ventas, pero sí que puedes aprender mucho sobre tu negocio y corregir muchos fallos de diseño antes de lanzar la empresa.

Del plan al contacto con la realidad

Tienes que tomarte en serio el plan de negocio, pero al fin y al cabo, no es la empresa, así que tampoco puedes ir pasando muchos meses en esa etapa. La única forma de tener éxito es lanzando el proyecto. Y cuando lo hagas, te darás cuenta que muchas de tus creencias eran erróneas.

Lo más habitual es que los clientes quieran algo diferente de lo que habías pensado ofrecerles. Por eso es tan importante ser flexible, y poder adaptarte. Puedes modificar el producto o servicio, cambiar el precio, incluso eliminar totalmente una gama de servicios para apostarlo todo a lo que está funcionando. Pero la única forma que tendrás de saberlo es cuando tus primeros clientes se encuentren frente a tu propuesta de valor.

¿Por qué entonces molestarte en hacer un plan si de todos modos la realidad no será la anticipada? Muy sencillo, porque sin planificación el choque será mucho mayor. Al menos, con un plan de negocio bien hecho conoces bien los recursos que necesitas, el nivel de ventas a partir del cual ganas dinero, sabes más sobre tu mercado y sobre los riesgos y oportunidades. Si vas sin plan, no podrás reaccionar con lógica a lo que ocurra, dependerás solo de tu instinto y de tu intuición, y no suele ser suficiente.

Cuando tu negocio consiga sus primeras ventas, y sus primeros resultados, podrás elaborar algún tipo de seguimiento, basado o no en tu business plan, y a partir de este seguimiento (que puede ser muy básico), serás capaz de tomar medidas para ir mejorando poco a poco las cosas, y conseguir tus objetivos empresariales con mayor eficacia.

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